El Balcón es un legado culinario que ha resistido el paso del tiempo y ha superado diversos desafíos
El Balcón, un restaurante ubicado en la esquina de la 7 Sur y 13 Poniente del Centro Histórico, ha dejado una huella en la escena culinaria local. Fundado en 1980 por Samuel Carpinteyro y Emilia Anguiano, este establecimiento se ha ganado un lugar de los comensales por sus platillos mexicanos, destacando los pozoles y moles. A lo largo de su historia, El Balcón ha enfrentado desafíos y ha sabido adaptarse a los cambios.
En sus inicios, El Balcón abrió sus puertas en la sala de la casa que rentaba la familia Carpinteyro, situada en la 3 Sur número 1308. Samuel, buscando una fuente adicional de ingresos para su familia, decidió aventurarse en el mundo de la cocina.
“Se abrió lo que era la sala de la casa y se empezó a vender desde ese balcón, eran muy poquitas mesas. En esa casa, a pesar de que era rentada, vivía toda la familia de mi papá y todos tenían sus negocios, incluido el de nosotros”, comenta Ana Delia Carpinteyro Anguiano, hija mayor de los emprendedores del negocio.
Aunque al principio no contaban con muchos clientes, el sabor auténtico y sazón único de sus platillos como pozole (blanco y rojo), moles, tostadas, entre otros, poco a poco empezaron a ganarse el reconocimiento y el cariño de las personas de la zona, destacando al principio entre los vecinos.
Una peculiaridad destacable de El Balcón era que, por la mañana, eran las hermanas de Samuel (Concepción y Margarita) quienes atendían el negocio, mientras que por la tarde era él quien tomaba el relevo. Aunque compartían el mismo espacio y se dedicaban a lo mismo, no eran los mismos dueños. Es decir, ellas eran responsables del restaurante en la mañana, con todo y sus ingresos y ganancias, y él en la tarde, de la misma forma. Esta dinámica se mantuvo durante casi 28 años, creando un ambiente cálido y familiar que se convirtió en una parte integral de la identidad del restaurante.
“Era chistoso, porque incluso cuando era el cambio de turno se quitaban todas las cosas de ellas, mis tías Concepción y Margarita, y luego entrabamos nosotros, aunque estaba limpio mi papá nos obligaba a volver a limpiar, decía que era responsabilidad”, recuerda Ana.
Conforme fue ganándose de clientes, El Balcón tuvo que intentar expandirse, incluso frente a la sucursal que estaba en la 3 Sur abrieron una más, pero no tuvieron el éxito esperado. “No eran los mismos clientes, la gente quería entrar a fuerza al original, no vamos a decir que no tuvimos consumidores en el nuevo, porque sí lo hubo, pero no eran los mismos”, menciona Delia.